

1/Octubre: Teresita de Liseux : el amor
hecho mujer. La historia de su vida (> Historia de un alma) ha penetrado como bocanada de aire fresco en el antiguo edificio de la iglesia, actualizando la experiencia de Jesús de una manera tradicional y novedosa. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor. Teresa de Lisieux quiere alcanzarlo todo: su vocación de amor no se contenta con ninguna vocación aislada, con ninguna tarea limitada; quiere ser, al mismo tiempo, carmelita, esposa y madre.... Así lo narra ella:

"La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, no podía fallarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre... Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...! Entonces, al borde mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad...!!!" (Ms B, 3v, 261).

"Fue poco antes de comenzar a trabajar como albañil. Estaba de rodillas, meditando, mirándome a mí mismo con los ojos interiores, los que contemplan lo que somos, las obras, pensamientos, omisiones..., indescifrables a los ojos de los demás; de vez en cuando elevaba la mirada exterior a la cruz que presidía la iglesia de San Damián, ante la que yo me encontraba de hinojos, cuando de pronto sentí aquellas palabras que tantas veces has oído o leído: "¡Francisco, ve y repara mi casa, pues, como ves, amenaza ruina!". Me di cuenta de que el rostro de Jesús, ese Jesús que me miraba desde la cruz, era más vivo, más latente, más dialogante; que la Iglesia tenía un cuerpo, el de los hombres, y los hombres un rostro, el de Cristo. Y tuve la gran suerte de comprender que el amor es el motor del evangelio, el corazón de la Iglesia y de la sociedad, el único capaz de crear la paz del espíritu, la paz interior y exterior, la fraternidad, la cercanía, la convivencia -también con los leprosos-, la vida...".
TOMA Y LEE esta Oración de la Justicia, la Paz y Salvaguarda de la Creación y la Oración Instrumento de Paz (Haz click en la foto ¿Señor qué quieres que haga?).
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