miércoles, octubre 29, 2008

MÁRTIRES del siglo XX: historias reales de la fuerza del AMOR

Hemos leído en Diócesis de Málaga ...
Mientras unos buscan en la “memoria histórica” el modo de abrir viejas heridas y revivir divisiones, la Iglesia quiere mirar a su pasado con esperanza.
El 28 de octubre se cumplió un año de la beatificación de 498 de los mártires del siglo XX. Y aunque muchos otros no estén ni vayan a estar nunca en los altares, sus historias son el ejemplo claro de cómo una persona corriente puede, con la fuerza del Espíritu, dar testimonio de Cristo hasta entregar su vida.
Tenemos la certeza de que aquellos que murieron en la persecución religiosa de los años 30 gozan ya de la inenarrable visión del rostro de Dios. Sus muertes, perdonando a sus verdugos, nos siguen sorprendiendo y nos interrogan sobre el sentido que damos a la palabra “fraternidad” y la madurez de nuestra coherencia en la fe.
A ellos miramos en la cercanía de la fiesta de todos los santos. La palabra “mártir” significa testigo, y se dice de aquel que sigue dando testimonio de su fe incluso cuando su cuerpo es torturado. Eran personas normales, sencillas, gente buena que fue, en muchas ocasiones, elegida de uno y otro bando por el simple hecho de profesar la religión en un tiempo en el que algunos la asociaban con una determinada ideología.
Los mártires anónimos y los ya reconocidos regalaron al mundo, con sus muertes, un valioso signo de su amor fiel a Cristo, pero también tienen algo que decirnos a los cristianos de hoy. El Papa Juan Pablo II incidía en la importancia de dar a conocer no sólo a los santos de ayer sino también a los actuales, los que tienen nombre y apellido y a los que muchos de nosotros hemos conocido. Ellos, con su ejemplo, nos demuestran que es posible ser santos hoy. Basta con cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida y amarla hasta sus últimas consecuencias.
Estos santos constituyen para la Iglesia un impulso a su propia fidelidad. Como ellos, estamos llamados a dar hasta el último momento testimonio de la fe, la mansedumbre, el amor, el perdón y la certeza de la trascendencia. El mundo necesita razones evidentes de nuestra esperanza.
Ver entradas similares en este blog: Mártires: testigos de la fe y de humanidad .

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